sábado, 26 de noviembre de 2011

La cara B de Bielsa



Luis Bonini, preparador físico y mano derecha del técnico rojiblanco, es el nexo de unión y el vínculo afectivo con los jugadores, el lado más amable del entrenador, "un crack" según le define el vestuario.


ES un crack". De ese modo tan escueto pero contundente, sin matices, califican desde el vestuario del Athletic a Luis Bonini (24 de febrero de 1948, Punta Alta, Argentina), el preparador físico del equipo y escudero de Marcelo Bielsa, el cordón umbilical entre los jugadores y el entrenador, de perfil más hermético y distante, aunque este también "tiene muchas palabras de apoyo para nosotros", certifican desde la caseta. Bonini, hijo de un ferroviario y de una madre proveniente de una familia de educadores, es el costurero del hábitat del vestuario, siempre dispuesto a dar puntadas con el hilo de las anécdotas, las bromas, el humor, las palabras de apoyo a los futbolistas con la aguja de su acento porteño, una combinación imbatible para la motivación. "Bonini es el lado gracioso de Bielsa", explican desde la plantilla, que enfatiza la tarea anímica del técnico, que en el banquillo se sienta en el lado opuesto al de Bielsa. Un tipo, Bonini, que se maneja de maravilla con la esgrima de la palabra, con la que ha seducido a los jugadores, necesitados de un ecosistema muy peculiar, con el mínimo ruido que genere interferencias y propicie un ambiente para elevar el rendimiento y presionar durante todo el partido. "El fútbol es un estado de ánimo", definió Jorge Valdano y Bonini, próximo y afectuoso con el jugador, es el ánimo del equipo, su impulsor, y el autor de una frase que define la altura del personaje. "Un especialista es un perfecto idiota".

Influenciado por Alcides Nadis, profesor de educación física en el Colegio Nacional de Punta Alta, ciudad donde nació, situada a 673 kilómetros de Buenos Aires, Bonini hizo un quiebro al futuro como contable y se alistó al Instituto Nacional de Educación Física de Buenos Aires. Con anterioridad, el joven Bonini recorría con una bicicleta algunos cines de su ciudad natal para entregarles los rollos de las películas que luego exhibían. Así ganó sus primeros pesos. "Fui uno de los primeros distribuidores del cine de Fellini en la ciudad", dejó dicho. Instalado en un piso de estudiantes en Buenos Aires, Luis Bonini trabajó en una fábrica de telas, fue socorrista e incluso acarreó cajones de frutas en el Mercado de Abastos para afrontar la parte de alquiler que le correspondía. De aquella época, Alberto Zinger, profesor suyo, destaca que era "un muchacho inteligente y laborioso. Hablaba bien y ponía oreja en todo para aprender". Hugo Pérez, que jugó bajo su batuta en el Ateneo de la Juventud de baloncesto, enfatiza la veta pasional de Bonini, su inteligencia emocional: "Un tipo que ponía la atención a la parte humana".

la charla de málaga "Siempre tiene una palabra, un gesto de ánimo", apuntan desde la plantilla, un universo repleto de matices en el que está estableciendo fuertes vínculos metiéndose en la piel del jugador. Cuando el equipo cayó en Málaga, por el fusil telescópico de Cazorla, fue Bonini el que habló en el vestuario. Bielsa, pensativo en la caseta, en silencio, mostró su opinión en la sala de prensa. En aquella charla, Luis Bonini no reprochó nada a los futbolistas, ni tan siquiera les habló del partido, algo que sorprendió a los jugadores en una situación en la que el Athletic solo tenía un punto tras cuatro jornadas disputadas. "Simplemente nos dijo que confiásemos en ellos, que llevaban cuarenta años en esto y que sabían lo que hacían". Son muchos los jugadores que sitúan en La Rosaleda el punto de inflexión, el cambio de dinámica del equipo, a pesar de la derrota.

Después, el Athletic empató ante el Villarreal en San Mamés y adquirió vuelo en Anoeta tras derrotar 1-2 a la Real Sociedad. Finalizado el derbi y antes de refugiarse en el túnel de vestuarios, los jugadores se abrazaron a Luis Bonini sobre el césped, al lado del banquillo en medio de la alegría y la algarabía. Para entonces, Bielsa caminaba raudo hacia la caseta, dichoso en sus adentros pero ajeno al éxtasis del equipo, tal vez pensando en el próximo reto del Athletic. Bonini, que no pierde pie para la chanza, se topó con Claudio Bravo, portero de la Real Sociedad y que conocía desde que Bielsa dirigió la selección chilena. En la antesala de los vestuarios le dio un abrazo sincero después de recordarle al arquero que este le debía una cena. "No me cogés el teléfono", le dijo invitándole a que le pagara la cena que tenían pactada a modo de apuesta.

En Chile no transcurría un día sin que Bonini llamara por teléfono a varios jugadores de la selección para conocer cómo estaban, para saber, simplemente, cómo les iba. Era un tipo de comunicación sin asuntos transcendentales a la vista, pero que servían para estrechar el lazo de la confianza y aproximan a unos con los otros, para soldar voluntades. "Aquí no hace falta que llame por teléfono porque está todos los días con nosotros", exponen los futbolistas, a los que les sale una sonrisa siempre que charlan con el argentino, un tipo muy cercano a los desvelos de la plantilla, a la que observa desde cierto aire paternalista, aunque no por ello esquiva la exigencia, el fundamento de su método. Es más, Bonini es refractario al amiguismo.

el baloncesto, su inicio Tras su exitosa aventura en el Ateneo, Bonini unió su destino en la canasta con el de Najnudel en la sección de baloncesto de Ferrocarril Oeste, donde se coronó con el campeonato entre 1976 y 1979, hasta que Carlos Griguol, maravillado con la metodología de Bonini, lo reclutó para el fútbol tras su ejemplar currículo sobre el parqué. Con Griguol en el banquillo y Bonini educando el físico de los futbolistas con sus notas, sus conocimientos y su cronómetro, del que no se separa, Ferrocarril se llevó el título en 1982. Al lado de Griguol permaneció doce años. Aquello le catapultó. Bonini había hecho huella en el fútbol y después de su tránsito en Ferrocarril Oeste trabajó con River Plate, durante un año, e Independiente de Avellaneda, dos de los clubes con más arraigo en Argentina.

Lector voraz, amante del jazz y capaz de editar una guía sobre la buena mesa según narran amigos suyos, Luis Bonini se cruzó con Marcelo Bielsa en 1992 cuando este se aventuró en México para dirigir al Atlas de Guadalajara. "Marcelo me llamó un día en la tarde y tenía que responderle a la mañana siguiente. Siempre me gustó eso de la alta competencia. Yo había visto al Newell's campeón de Marcelo y me intrigó saber cómo se podía jugar así de bello", explicó Bonini en una de sus últimas entrevistas. A Bielsa y Bonini les unía una manera muy similar de entender el fútbol, cada uno desde su panorámica, desde su enfoque. Los dos, a su modo, son obsesivos, estudiosos, reservados, perfeccionistas y detallistas cuando se trata de trabajar. La relación se extinguió en un año porque Bonini añoraba los afectos de Argentina "No aguanté. Quería volver al país. Aprendí mucho de esa experiencia, incluso para tratar con los jugadores hoy. Uno piensa, cuando vive en el extranjero, que el país tiene que adaptarse a uno, cuando es al revés; uno está en un lugar, no el lugar en uno. No estaba contento en México, pero después me di cuenta que el problema era yo, no México".

No volvieron a encontrarse hasta 1998, cuando Bielsa entrenaba a Vélez. Entonces Marcelo se trasladó a la Liga española para dirigir al Espanyol y Bonini le acompañó. Desde entonces no se han separado, aunque la diferencia entre Bielsa y Bonini es notoria, nace del carácter, de la forma de relacionarse. "No, no somos amigos. No nos vemos fuera del ámbito laboral. Nos une más el respeto profesional que la amistad y eso es una cosa buena. Tiene que primar la profesionalidad, porque si se confunde con el amiguismo, se pierde mucha eficacia. Si vos sos amigo de tu jefe, te puedes permitir ciertas licencias y eso es una amistad mal entendida. Eso sí lo valoro más como persona que como entrenador. Es muy importante tener de compañero de ruta a alguien que es ético, es honesto y es buen compañero. No somos amigos, pero yo sé que puedo contar con él y él sabe que puede contar conmigo", desvelaba Bonini, al que le dicen El Profe.

Y El Profe "siempre tiene algo que contar, por lo menos cae una anécdota al día", destacan los jugadores sobre un hombre de mente inquieta, locuaz, verbo dorado y juguetón que durante la pretemporada del Athletic en Oliva, en Valencia, resolvió con humor y fina ironía la petición de un hincha argentino que deseaba que él y Bielsa volvieran a conducir a la selección albiceleste por la deriva de esta. Desde una cerca alrededor del campo un aficionado le gritó: "¡Volvé a la Argentina!". Bonini, travieso en el discurso, contestó con su deje hipnótico: "No puedo. Soy vasco". La cara B de Bielsa.


FUENTE:http://www.deia.com